Reconozco que durante varios años de mi infancia conviví cara a cara con el miedo, pero siempre me tocaba apartar la mirada a mí. Primero fue dormir con la puerta cerrada, después bajar al trastero cuando era de noche o que nuestro coche, un maltrecho Ford Fiesta, se detuviera en un callejón oscuro y que una banda de encapuchados nos asaltaran a punta de metralleta.
Todos tenemos miedos en esta vida. Si no los tuviéramos no seríamos humanos. Unos tienen miedo hablar en público, otros a pasear de noche y otros a cruzar la calle sin haber mirado diecisiete veces por carril. Al final, la cuestión se reduce a creer en uno mismo, en sus posibilidades y en caminar de frente sabiendo que esos miedos no son lo suficientemente poderosos como para inmiscuirse en tu camino.
Porque el cementerio está lleno de valientes.
Foto: Valencia Plaza |
No hay comentarios:
Publicar un comentario